miércoles, 28 de octubre de 2009

EL ISLAM ES UNA RELIGION NATURAL, NO REVELADA

PARTE II

Desde los orígenes mismos de su existencia, el hombre se ha sabido parte integrante de un cosmos; parte ciertamente sujeta a una realidad superior, más alta y perfecta a quien debe agradar conforme a la voluntad de eso que llama Dios. Pero la visión cultural propia de cada pueblo es determinante en la consideración de lo que es “agradable” para la divinidad. El hombre descubre a partir de sí mismo, del cosmos y del pensamiento que existen dos niveles de existencia: una esfera divina y otra contingente. Esto es la religión natural: aceptar el binomio cielo-tierra y desde la propia concepción socio-cultural darle contenido a lo que es el cielo y lo que es la tierra.

Esto ha pasado con el Islam. Le ha dado contenido semítico-árabe a la inquietud trascendental que todo hombre tiene. Toda la ideología islámica está basada en las categorías árabes de la Meca del siglo VII. No es ninguna religión revelada. Es el producto cultural, ciertamente complejo, pero al fin y al cabo cultural, de unos pueblos nómadas que se han hecho sedentarios y que han estado en constantes conflictos entre sí en la Arabia del s. VII. Y para darle una consistencia más infra-teológica a su visión religioso-existencial (nunca es ni será teología) cogieron elementos judíos y cristianos que se fusionaron en lo doctrinal; pero queriendo hacer notar su aspiración social totalmente laudable de la originalidad, hicieron una especie de síntesis (al estilo gnóstico-idealista) en lo referente al culto. No juzgamos la intención global de todo el pueblo musulmán, aunque debemos dejar claro que el conjunto doctrinal, cultual, místico, filosófico, escatológico de lo que llamamos ISLAM es una RELIGIÓN NATURAL, no es ni será nunca una RELIGIÓN RELEVADA por la Santísima Trinidad.

La configuración del Islam ha sido realizada a través del sustrato existencial del pueblo árabe a través de sus únicos trece siglos de existencia. El Islam no tiene ningún antecedente religioso. El pueblo árabe tiene un antecedente étnico en el mundo semítico, tal como nos lo dice la Escritura: Gn. Pero es Islam se entiende como un sincretismo judío, cristiano, árabe. Es la configuración de la visión del mundo de la cultura árabe. El Islam no es una religión mundial, carece de aspiraciones universalistas, inculturalizantes, sino que es exclusivamente árabe.

Como religión monoteísta se ha querido equiparar al judaísmo y al cristianismo. Sin duda nada más falso. Es este proceso sintético a través del cual el Islam ha evolucionado, Allah ha ido adquiriendo mayor relieve hasta convertirse en el ser supremo. Pero no único. La unicidad de Allah se logró en el siglo VIII. El mismo Mahoma estableció el culto a Allah como deidad absoluta bajo el cántico: ¡Allahu Akbar!, o lo que es lo mismo Allah es el mayor. Este superlativo hace referencia a que Allah es el mayor de entre todos los dioses e ídolos mecanos del S. VII. No hace la referencia ontológica a la supremacía de Allah sobre la creación, a la excelencia de su Belleza moral y ontológica propia del Uno, del Motor Inmóvil, de la Santísima Trinidad. Y es que como Mahoma no era teólogo ni profeta, su razonamiento lógico-elemental-filosófico lo llevó a verdad natural de la distinción entre Dios y el mundo. Su débil razonamiento le llevó al monolatrismo: un dios principal de entre todo el panteón de los dioses. Pero, ¡Sorpresa! Israel llegó a tal conclusión cuando todavía no había recibido la Revelación divina, treinta siglos antes de Mahoma.

Es interesante descubrir que el Islam no tiene teología. Su contenido doctrinal es elemental, propio de los nómadas del siglo VII. Es sobre todo una religión natural, cultual. Parece que Allah se complace en las cinco postraciones árabes (tal como las realizaban los antiguos egipcios ante el dios Horus). Parece que Allah valora más el lavatorio de los pies y las manos que el amor al prójimo. Esto se entiende porque Allah es un concepto vacío, sin ninguna referencia al Creador. Allah es el nombre genérico dado a la divinidad por los árabes. Pero, ¿Allah es Dios? No. ¿Quién es Allah? Allah es dios. Es la divinidad. Pero, ¿Cuál divinidad? Ninguna. Es como si los cristianos llamáramos a Dios con el concepto de Dios, pero sin ninguna referencia a la Santísima Trinidad. El Islam cae en el agnosticismo y en el inmanentismo, también llamado trascendentalismo. Para los árabes existe un poder superior que llaman Allah, o sea, dios. Pero Allah no es su dios, no es Dios. Allah es el nombre de la categoría superior al cosmos.

Ahora bien, este inmanentismo propio del Islam (compartido con el kantismo y el calvinismo) no es propio de la cosmovisión árabe. Es totalmente con la visión árabe del sistema de cosas. Los árabes, pueblo de caravanas, criadores de camellos y comerciantes, no son gente de letras, de profundas elucubraciones ni de abstractos razonamientos, sino gente sencilla que basa su fe en la referencia analógica. Aunque el Islam propio del Islam es el inmanentismo, los creyentes musulmanes llenan el concepto Allah con el contenido y referencia al dios luna tal como lo hizo Mahoma en el siglo VII. Él dijo que el dios luna sería Allah, es decir, Dios, es decir, el mayor de entre todos los ídolos, más nunca lo llegó a considerar el único.

El Islam no entiende el estado de gracia, al cual llenan de contenido con ela referencia a las abluciones, a la limpieza corporal. El islam no entiende el estado glorioso de perfección que llamamos cielo, al que identifican con el placer y el goce terreno, pues el cielo para los musulmanes es la recompensa de una vida humana cómoda y placentera con 40 vírgenes.

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jueves, 8 de octubre de 2009

VAMOS A AYUDAR

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martes, 8 de septiembre de 2009

SI DIOS EXISTE, ¿POR QUE EXISTE EL MAL?

Ésta es la típica pregunta popular y falácica que respalda la concepción ateística que niega la existencia de un ser todopoderoso y eterna que nos ha creado y que guía nuestros destinos. Obviamente Nuestra Santa Madre Iglesia Católica afirma lo contrario, pues parte de la base de que custodia el depósitum fidei, cuyo contenido es la revelación hecha por Dios a su Cuerpo Místico en la que se nos manifiesta la salvación obrada en la Cruz por el Hijo del Altísimo.

Respecto a la pregunta planteada que es el título de nuestro artículo, no queda mas que catalogarla como una falacia, es decir, como una pregunta que carece de coherencia dentro de su estructura gramatical y de contenido.



En primero lugar, no se puede sostener a nivel lingüistico porque la existencia de Dios no es privativa en el nivel del ser ni de los demas seres. Dios no es la contraparte buena de una realidad mala, pues esto sería vil dualismo maniqueo. Tampoco es implicativa, pues que Dios exista no obliga a la existencia en el ser ni de los seres. Dios vive en el misterio intra-trinitario, en la esfera divina. Si la realidad óvida y/o contingente existe, es por pura liberalidad del Señor del Universo. Además, se debe de entender a Dios como autor del bien, de la belleza, de la armonia y de la nobleza. (Gn 1,31).



En segundo lugar, la formulación de dicha pregunta implica un conflicto de contenido. Cuando tratamos a Dios como problema, se responde desde la teología. Pero cuando nos cuestionamos acerca del mal, pues puede existir dos ambitos de interrogación: el ontológico y el moral. Obviamente cuando la referencia es al mal ontológico, pues entonces debemos decir que el mal en sí mismo no existe, sino que es carencia de ser, es no-ser, es la nada. Pero considerandolo desde una perspectiva moral pues debemos decir que corrupción de la voluntad que nos conduce al no-bien. El mal es la perversión del corazón que nos lleva a no seguir la voluntad de Dios.


Ahora, vamos a responder a la pregunta: Si Dios existe, por qué existe el mal? El CIC en los nn. 309-314 nos explica que ante todo hay que mirar el problema del mal desde la óptima cristiana. Antes de explicar su contenido o el por qué de su existencia, debemos de aceptarlo y de reconocer que existe. Entonces "En su poder Infinito, Dios podría siempre crear algo mejor. Sin embargo, en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente crear un mundo en estado de vía hacia su perfección última. Este devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección."

Nos debe quedar claro que Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral. Sin embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y misteriosamente, sabe sacar de él el bien. El mal moral entró en el mundo o en el orden de la existencia debido al pecado de los ángeles y de los hombres. Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia, sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se convierte en un bien.


Para concluir, debemos dejar en claro:

1.- Que Dios no es la causa ni primera, ni segunda ni última del mal.

2.- Que Dios no creo el mal, sino que lo permite.

3.- Que la existencia del mal es algo evidente (antidocetismo).

4.- Que la existencia del mal se debe a la corrupción de la voluntad en la criatura inteligente.

5.- Que si el mal existe en el mundo es debido al mal que obra los hombres, según su libertad.

6.- Que no es una prueba contundente para afianzar lógicamente el ateísmo.

7.- Que el Señor de la historia se impondrá al mal y que lo destruirá en el último día.

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martes, 25 de agosto de 2009

VIDA DE SANTA GIANNA BERETTA DI MOLLA



DESPUES LO TRADUCERE

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domingo, 23 de agosto de 2009

MAHOMA NO FUE PROFETA



INTRODUCCION AL ANÁLISIS
¿Mahoma, profeta del Dios Verdadero y Trino? Resulta desagradable a nuestros oídos y a la razón escuchr semejante aberración, pues es totalmente equívoca. La consideración de este individuo de segunda como profeta dista mucho de la realidad. Se puede hablar de Mahoma como intrépido guerrero, fiero general de batallas, excelente estadista que unificó a las salvajes e indómitas tribus árabes pre-islámicas, hombre con una enfermo mental que se inventó un llamamiento divino o como un cruel pederasta que legalizó la poligamia mediante un sistema bélico-político-religioso llamado Islam.

Este inventor de la sumisión a Dios no alcanza el rango de profeta debido dos características incontestables. En primer lugar se ubica históricamente fuera del Kairos, es decir, del tiempo de gracia que Dios nos concedió en su amado Hijo Jesucristo. Con otras palabras, Mahoma tuvo la mala suerte de nacer en un momento en que la revelación estaba consumada y sellada, por lo cual Dios nos había dicho ya su última palabra en su Hijo. Muriendo el Santo apóstol Juan, quien fue el último apóstol vivo, se cerró definitivamente la Revelación, quedando configurada en su forma definitiva de un vez para siempre. Lo sanciona el Apóstol Pablo (Éfeso 54 d.C) Ga 1,8 "Pero aun cuano nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea maldito! Como os tengo dicho, tambien ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea maldito!". Como se puede ver, la revelación estaba abierta en ese año y pr lo tanto entró este escrito como Escritura inspirada. Además, la verdadera condición de Pablo le viene porque ha recibido el evangelio a modo de revelación directa de Dios mismo, como nos lo dice en Ga 1,11: "Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo". Tampoco el predicar árabe ex-idólatra cubre las perspectivas del antiguo profetismo: amigo de Dios, intercesor de su pueblo ante la divinidad y mensajero de Dios hacia su pueblo.

Poco a poco iremos desvelando y fundamentando nuestros argumentos por los cuales excluimos a Mahoma del ámbito profético, y por lo tanto, rebajamos al Islam de religión inspirada a su verdadero ámbito y nivel: al de una religión natural. Conviene dividir nuestro trabajo en 5 partes:
1.- El profetismo
2.- La revelación concluida con San Juan
3.- Vida de Mahoma: errores, pecados y enfermedades mentales que padeció
4.- El contenido de su mensaje humano: queda al nivel de exhortación, pero nunca
palabra divina.
5.- El Islam como religión natural: no inspirada, no palabra de Dios, falible

Nuestra conclusión es escueta pero digna de consideración. Con el paso del tiempo iremo publicando las partes. Nuestra postura es apologética, queriendo salvaguardar la sacratísima dignidad de la Iglesia Católica. Nuestros argumentos son totalmente teológicos y de libre interpretación, quedando amparados bajo la libertad de expresión. Si a alguno le molesta, pues que evada la realidad y pase de largo de nuestro blog, pues las sanas discusiones teológicas exigen la presenación de argumentos de ambas partes. ¡Sea por siempre bendito y alabado, el Corazón Amoroso de Jesucristo Sacramentado!

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EL VERDADERO LIDER DE LA LUZ DEL MUNDO


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Ojalá conozcan verdaderamente quién es su lider y ellos (la luz del mundo) pueda salir de las garras de ese degenerado, ambicioso y lujurioso señor.

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domingo, 8 de marzo de 2009

¿LOS BIENES MATERIALES SON OBJETO DE MERITO?

A la pregunta: ¿Los bienes temporales son objeto de mérito?, se presentan 3 objeciones por las que parecen que los bienes materiales son objeto del mérito: La primera basada en Dt 28, con el argumento de que se prometen bienes temporales como recompensa de la justicia y esto puede ser merecido; la segunda basada en Ex 1,21 y Ez 29,18, con el argumento de que Dios recompensa con bienes materiales los servicios que le hacen sus siervos y éstos son objeto de mérito; la tercera basada en Gn 19, con el argumento de que como el bien es al mérito como el mal al demérito, entonces si Dios castiga con penas temporales a algunos por el demérito del pecado entonces Dios premia con bienes temporales por el mérito del bien..

Para rebatir estas tres objeciones cita a Ez 9, 2 donde argumenta que los bienes y males temporales se distribuyen por igual entre buenos y malos. Así que obviamente los bienes materiales no pueden ser objeto de mérito, porque los bienes objetos de mérito no se conceden a todos por igual.
La respuesta a la cuestión es la siguiente: Existen dos clases de bienes para el hombre: el absoluto y el relativo. El bien absoluto es su último fin (la salvación) y todo aquello que conduce a este fin. Éstos son objeto de mérito. El bien relativo es el que resulta bueno sólo por un momento o bajo un aspecto. Entonces son objeto de mérito de manera relativa. De esta manera, los bienes materiales son objeto de mérito de manera absoluta si nos útiles para nuestra salvación, porque Dios otorga los bienes y permite los males adecuados para que nos lleven a la salvación. Considerados en sí mismos, los bienes materiales son bienes relativos y no son objeto de mérito absolutamente hablando; tienen razón de recompensa si responden a la moción divina que impulsa las voluntades humanas a buscarlos, aunque no siempre la intención del hombre es recta.

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SANTA GIANNA BERETTA DI MOLLA

BIOGRAFIA DE SANTA GIANNA SEGUN ACI DIGITAL
Gianna fue la décima de trece hijos, de una familia de clase media de Lombardía (al norte de Italia), estudió medicina y se especializó en pediatría, profesión que compaginó con su tarea de madre de familia. Quienes la conocían dicen que fue una mujer activa y llena de energía, que conducía su propio vehículo algo poco común en esos días, esquiaba, tocaba el piano y disfrutaba yendo con sus esposo a los conciertos en el conservatorio de Milán. El marido de Gianna, el ingeniero Pietro Molla, recordó hace algunos años a su esposa como una persona completamente normal, pero con una indiscutible confianza en la Providencia. Según el ingeniero Molla, el último gesto heroico de Gianna fue una consecuencia coherente de una vida gastada día a día en la búsqueda del cumplimiento del Plan de Dios. "Cuando se dio cuenta de la terrible consecuencia de su gestación y el crecimiento de un gran fibroma recuerda el esposo de Gianna su primera reacción, razonada, fue pedir que se salvara el niño que tenía en su seno".
Su oblación
El ingeniero Molla manifestó que "le habían aconsejado una intervención quirúrgica. Esto le habría salvado la vida con toda seguridad. El aborto terapéutico y la extirpación del fibroma, le habrían permitido más adelante tener otros niños". "Gianna eligió la solución que era más arriesgada para ella". El anciano viudo de la beata señaló que en aquella época era previsible un parto después de una operación que extirpara solo el fibroma, pero ello sería muy peligroso para la madre, "y esto mi esposa como médico lo sabía muy bien". Gianna falleció el 28 de abril de 1962, con 39 años de edad, una semana después de haber dado a luz. El último requisito se cumplió el 21 de diciembre, cuando el Papa aprobó un milagro atribuido a la intercesión de Gianna.
El milagro
La protagonista del milagro, ocurrido el 9 de noviembre de 1977 en un hospital brasileño, fue una joven parturienta quien se curó de septicemia infección generalizada del organismo. Las religiosas del hospital habían pasado la noche encomendando su curación a la intercesión de Gianna, cuya figura les era conocida porque el promotor del hospital era un hermano de la beata, médico y misionero capuchino en ese país. El Papa aprobó el decreto que reconocía sus virtudes heroicas y la beatificó.
El esposo de Gianna Beretta narra sus experiencias:
"Al buscar entre los recuerdos de Gianna algo para ofrecerle a la priora de las Carmelitas descalzas de Milán, recuerda el esposo de la beata Gianna Beretta, encontré en un libro de oraciones una pequeña imagen en la que, al dorso, Gianna había escrito de su puño y letra estas pocas palabras: "Señor, haz que la luz que se ha encendido en mi alma no se apague jamás".
Con ésta y otra anécdotas, combinadas con emotivas reflexiones, Pietro Molla reveló los perfiles desconocidos de su esposa Gianna Beretta, fallecida en 1962 y beatificada el 24 de abril de 1994 por el Papa Juan Pablo II. En una emotiva entrevista concedida a la periodista Giuliana Peluchi, Pietro dibujó un perfil de Gianna que definió con una sola frase: "Mi esposa era una santa normal". Peluchi, autora de un libro sobre la vida de Gianna, recibió una repentina llamada de Pietro Molla, con quien se había reunido en numerosas ocasiones para elaborar la biografía de la "madre coraje" que prefirió ofrecer su vida antes de aceptar la operación que le costaría la vida a la niña que llevaba en su vientre. "Van a beatificar a Gianna", le dijo Pietro, emocionado, por teléfono. La periodista, atónita, solo atinó a pedirle una última entrevista, ya no en busca de datos biográficos, sino para escuchar un testimonio de Pietro sobre la vida de su esposa.
El testimonio
"Jamás creí estar viviendo con una santa. Mi esposa tenía infinita confianza en la Providencia y era una mujer llena de alegría de vivir. Era feliz, amaba a su familia, amaba su profesión de médico, también amaba su casa, la música, las montañas, las flores y todas las cosas bellas que Dios nos ha donado", confesó a la entrevistadora Pietro Molla, mientras sus ojos brillaban de intensa emoción. "Siempre me pareció una mujer completamente normal pero, como me dijo Monseñor Carlo Colombo, la santidad no está solo hecha de signos extraordinarios. Está hecha, sobre todo, de la adhesión cotidiana a los designio inescrutables de Dios", agregó. Pietro Molla todavía recuerda cuando Monseñor Colombo lo llamó para pedirle introducir la causa de beatificación de Gianna. "Mi respuesta positiva fue muy sufrida. Sentimos que teníamos que exponer algo muy nuestro. La historia de mi esposa y su figura de mujer fueron cada vez más conocidas… A nosotros y a la familia de mi esposa nos seguían llegando numerosas cartas de todas partes del mundo. Nos escribían mujeres alemanas y estadounidenses que llamaban a Gianna "mamá"; que declaraban que en ella encontraban a una amiga y que afirmaban que se dirigían a ella cuando tenían necesidad de ayuda y que la sentían muy cercana…"La oración que Gianna Beretta escribiera en el reverso de aquella imagen pidiendo que la luz de la gracia no se apagase en ella jamás, se hizo, según su esposo, realidad: "ahora veo que esta luz, que ha alegrado durante un tiempo lamentablemente brevísimo mi vida y la de mis hijos, se difunde como una bendición sobre quien la conoció y la amó. Sobre quienes le rezan y se encomiendan a su intercesión ante Dios. Y esto me hace revivir, de manera acongojada, el privilegio que el Señor me concedió de compartir con Gianna una parte de mi vida".
Todas las madres
La pequeña Gianna Emanuella, la bebé por la que Gianna Beretta dio la vida La Peluchi no puede evitar preguntar a Pietro Molla sobre sus sentimientos respecto de la beatificación de su difunta esposa. "Mis sentimientos, responde emocionado, tienen múltiples matices, de sorpresa, casi de maravilla, de agradecimiento a Dios y de aceptación jubilosa, ciertamente feliz y singular, de este don de la Divina Providencia, que también considero un reconocimiento a todas las innumerables madres desconocidas, heroicas como Gianna, en su amor materno y en su vida". Los Molla-Beretta sin embargo, esperan que la beatificación, que ha convertido a Gianna en un estandarte vivo de la santidad en la vida familiar moderna y de la defensa de la vida del no nacido, no cambie su vida cristiana cotidiana. "Espero, dice Pietro, que Gianna pueda descansar en el cementerio de su localidad natal junto a su hija Mariolina y junto a las demás mamás que la llamaban con ternura "nuestra doctora", Junto a las muchas mujeres que Gianna curó y a las cuales dio, con amor, su tiempo y profesionalidad". Los Molla-Beretta seguirán viviendo el ejemplo de santidad sencilla en la vida cotidiana que les dejó Gianna. "Para mí y para mis hijos, Gianna seguirá siendo algo muy íntimo. Una espléndida esposa, una tiernísima madre. Si alguien tiene que hablar, que hable la Iglesia…".

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lunes, 23 de febrero de 2009

MATRIMONIO-SACRAMENTO

1.- Doctrina incómoda para la pastoral en el mundo secularizado de hoy.
El principio doctrinal de la inseparabilidad entre matrimonio-válido y matrimonio-sacramento de dos bautizados es presentado hoy como un obstáculo insuperable para la creación de un derecho matrimonial y para la aplicación de una pastoral del matrimonio que respondan a las exigencias reales del mundo secularizado de hoy.
Se trata, en efecto, de un principio que trasciende una amplia gama de problemas teológicos, jurídicos, sociológicos y pastorales, a los cuales el hombre moderno es particularmente sensible.
La teología sacramental en estos últimos tiempos ha subrayado cada vez más, la importancia de las disposiciones subjetivas en la recepción de los sacramentos, como reacción a un cierto objetivismo exagerado que quizá daba demasiado peso a la eficacia ex opere operato de los mismos, como si fuesen acciones mágicas que producen su efecto sin que lo sepa el sujeto. Desde esta perspectiva, se pregunta si es posible que el sacramento del matrimonio pueda ser administrado y recibido por aquellos bautizados que no tienen ninguna relación con la Iglesia, ninguna fe cristiana, ninguna voluntad de dar a su matrimonio una dimensión redentora y escatológica.
En referencia al respeto debido a la conciencia, se pregunta si es justo que los bautizados que no quieren tener ninguna relación con la fe cristiana, se encuentren en la situación de no poder contraer un matrimonio natural valido, sin que el mismo sea ipso facto sacramento.
En el contexto socio-cultural de muchos países de tradición cristiana, se presentan con frecuencia la párroco novios bautizados en la Iglesia Católica, los cuales declaran no tener fe, pero quieren un matrimonio religioso por razones familiares o sociológicas. Ellos personalmente preferirían solo el matrimonio civil, pero no se atreven a oponerse al ambiente que los rodea, andando en la supervivencia de una tradición religiosa que no reconoce como matrimonio verdadero más que el matrimonio religioso. Por otra parte, en el derecho actualmente vigente, si la Iglesia no los admite al matrimonio religioso, los priva prácticamente del derecho al matrimonio, ya que su matrimonio civil es inválido por falta de forma. La Iglesia se encuentra en la imposibilidad pastoral de ofrecer a estos cristianos una solución comprensible y aceptable para ellos. En efecto, objetivamente (aunque la Iglesia eliminara la forma canónica) no puede ofrecer más que un dilema: o ningún matrimonio o matrimonio-sacramento. No hay vía intermedia: o todo (matrimonio-sacramento) o nada (matrimonio-inválido).
Teniendo en cuenta, además, el principio de la indisolubilidad del matrimonio rato (sacramento) y consumado, se origina oro sector de problemas pastorales insolubles. La Iglesia tiene la potestad – y la ejerce cuando se dan determinados presupuestos- de disolver el vinculo matrimonial natural (es decir, no sacramental), aunque los cónyuges hayan hecho uso de sus derechos conyugales. Pero no puede disolver el matrimonio rato y consumado. En la actualidad, dado que el divorcio civil es ampliamente admitido en la mayor parte de los ordenamientos civiles, se presentan con muchas frecuencia casos que podrían encontrar una solución pastoral justa si el primer matrimonio contraído entre dos bautizados no creyentes fuese considerado un matrimonio solo natural, no sacramental. Pero si el principio de la inseparabilidad entre matrimonio valido y sacramento en los bautizados no admite excepciones, estos casos no tienen solución.

2.-Reacción comprensible.
En este momento histórico de reflexión y de revisión de la doctrina, del derecho y de la pastoral matrimonial, es obvio que sea fuertemente discutido el principio de la inseparabilidad entre pacto conyugal y sacramento, que suscitan tantas dificultades teóricas y prácticas.
En el campo teórico se tiende a minusvalorar el peso de la historia subrayando que la doctrina de la inseparabilidad entre pacto conyugal y sacramento ha madurado partiendo de un presupuesto de fe en los creyentes y en un contexto de lucha entre la Iglesia y el Estado para reivindicar la competencia sobre el matrimonio. A partir de estos hechos se querría sacar la conclusión de que el principio de la inseparabilidad entre pacto y sacramento es válido en la hipótesis de que los contrayentes tengan fe cristiana. Pero no puede ser afirmado con la misma seguridad respecto a los bautizados que ya no tienen fe y viven sin ninguna relación con la Iglesia.
En el campo de la pastoral no ha faltado quien ha presentado como “hipótesis de trabajo” una “tercera vía” para el matrimonio de los bautizado son creyentes. Según esta hipótesis de trabajo, la ausencia de fe constituiría un obex que impediría al bautismo desarrollar su papel especifico, que es el de transformar la realidad humana del amor conyugal de los bautizados en sacramento. Un matrimonio así, se quedaría en el nivel de materia del sacramento con este particular: que el carácter bautismal implicaría por sí mismo una virtualidad de sacramentalización. Tales matrimonios se encontrarían en potencia próxima de llegar a ser sacramento, y por tanto, no serian del todo asimilables al matrimonio de los infieles, los cuales se encuentran en potencia remota. Así, el matrimonio civil de los bautizados no creyentes no sería ya considerado como un simple concubinato legalizado civilmente, ya que tendría en sí mismo “ordenación” hacia una sacramentalización futura, por una posible “reviviscencia” del efecto del carácter bautismal, una vez quitado el obex, o sea la no creencia de estos bautizados.
Los principios de esta hipótesis parecen estará la base de algunos intentos de introducir una praxis pastoral nueva respecto a las parejas de bautizados que, aun afirmando no querer el sacramento, en el que quizá no creen, quiere, sin embargo, un rito religioso no sacramental después de haber celebrado el matrimonio civil. La Iglesia los acoge y se presta esta ceremonia con la esperanza de que sea un primer paso al matrimonio sacramento, al cual se llegaría después de un largo periodo de catecumenado matrimonial. Se habla también de una celebración sacramental progresiva y por etapas, evocando con nostalgia la distinción graceanea de matrimonium initiatum y matrimonium perfectum.

3.- Complejidad del problema.
La tesis de la identidad entre contrato y sacramento en el matrimonio cristiano supone una elaboración doctrinal madura de la cuestión –contrato y sacramento- y trata de expresar en esquemas científicos la fe de la iglesia según la cual el matrimonio de los bautizados es uno de los siete sacramentos.
En esta tesis se sintetizan dos problemáticas muy complejas. La primera, de carácter filosófico-jurídico; la segunda, estrictamente teológica.
Ante todo la reflexión filosófica-jurídica tenía que dar una respuesta científica a la cuestión sobre el proceso dinámico por el que se constituye el matrimonio en su realidad natural. El matrimonio en su fieri, ¿En qué consiste? ¿Cuál es la naturaleza de los actos por los que se constituyen sus elementos esenciales? etc.
La teología, por su parte, resuelto el problema de cerciorarse de que el matrimonio es un sacramento en sentido estricto, tenía que determinar la relación que existe entre la realidad natural del matrimonio y el sacramento.

Consensus facit nuptias
- La única causa eficiente es el consentimiento de las partes legítimamente manifestado (teoría consensualista). El vínculo matrimonial surge en sus elementos esenciales en el momento del intercambio legítimo de los consentimientos. La consumación no es un elemento esencial en la constitución del matrimonio. A pesar de esto – si se trata de matrimonio cristiano-, no es irrelevante a efectos jurídicos y teológicos. Por ella, el matrimonio-sacramento obtiene la indisolubilidad absoluta y el simbolismo místico perfecto en cuanto imagen de la relación esponsal de Cristo con la Iglesia
- Teniendo esta visión de la naturaleza y de la causalidad del consentimiento matrimonial, la doctrina canónica y teológica no ha dudado en aplicar, desde el inicio de la escolástica, el término contrato y la doctrina contractualista al intercambio legítimo del consentimiento.
- La teoría contractualista aplicada al acto constitutivo del matrimonio se refuerza con la introducción de la forma canónica en el Concilio de Trento, y está en la base de toda la controversia Iglesia-Estado de los siglos XVII-XVIII acerca de la competencia sobre el matrimonio.
- Prescindiendo de cualquier controversia ulterior, el término contrato indica simplemente el momento constitutivo del matrimonio, el acto jurídico por el que se crea el matrimonio.

4.- El Magisterio.
El Magisterio se pronuncia sobre la doctrina de la inseparabilidad entre contrato y sacramento en un momento histórico de la negación de la sacramentalidad del matrimonio cristiano o de lucha entre Iglesia y Estado para reivindicar la competencia sobre el mismo.
Los reformadores protestantes del siglo XVI negaban la sacramentalidad del matrimonio, resolviendo así el problema en su raíz. Las tendencias ideológicas y políticas del galicanismo, febronianismo y josefinismo, en los siglos XVII y XVIII encontraron en la distinción entre contrato y sacramento el fundamento teórico para atribuir al Estado la competencia absoluta sobre el matrimonio como contrato, dejando a la Iglesia sólo la competencia sobre el mismo como sacramento. El contrato natural regulado por el Estado es la materia del sacramento. El sacramento es una realidad que se añade accesoriamente al matrimonio ya contraído, según la ley civil.
Contra los reformadores protestantes la Iglesia reaccionó en el Concilio de Trento, pronunciando la definición dogmática de la sacramentalidad del matrimonio cristiano; contra la teoría de la distinción entre contrato y sacramento, la reacción del Magisterio de la Iglesia fue bastante tardía y probablemente no se hubiera producido si no hubiera servido de base doctrinal para sacar consecuencias prácticas de un alcance tan grave como fueron las que los regalistas y más tarde los liberales intentaron sacar.
Los romanos pontífices a partir de Pío VI, se pronunciaron de manera cada vez más clara y explícita sobre la inseparabilidad en el matrimonio cristiano entre contrato y sacramento, negando resueltamente que el sacramento sea algo accesorio que se añade al matrimonio ya válidamente celebrado según la ley civil.
a) Matrimonio cristiano y signo sacramental.
El Magisterio y los teólogos insisten en afirmar la inseparabilidad entre matrimonio válido y sacramento; pero generalmente dedican poco esfuerzo al intento de penetrar en los misterios de los designios de Dios para comprender las razones de este plan de salvación, según el cual los bautizados no son libres para realizar la realidad humana del matrimonio sin que al mismo tiempo realicen un gesto sacramental.

El hecho de haber sido asumida por Cristo como signo sacramental la realidad natural del matrimonio, por su capacidad simbólica de alianza de amor y de fidelidad. Para que esta realidad humana pueda tener este simbolismo estrictamente sacramental se presupone el bautismo, ya que es el presupuesto básico – la puerta de todos los demás sacramentos-. De la premisa de que Cristo elevó a la dignidad de sacramento la realidad natural del matrimonio, se saca la consecuencia de que entre los bautizados no puede haber un pacto conyugal válido que no sea ipso facto sacramento.

b. El hombre bautizado nueva criatura.
Esta doctrina de la inseparabilidad entre pacto conyugal y sacramento en los bautizados no es comprensible si no está enmarcada en el conjunto maravilloso de transformaciones realizadas en el hombre por el bautismo, y que no puede destruir completamente aunque las vicisitudes de su peregrinación terrena lo lleven a perder la fe o incluso a renegar de Cristo y de su Iglesia.

c. El matrimonio cristiano participación del pacto Cristo-Iglesia
En la misma línea se mueve el Vaticano II cuando afirma que el matrimonio es “imagen y participación del pacto de amor de Cristo y de la Iglesia” (GS 48), añadiendo a la idea de imagen o símbolo la novedad de explicitar la idea de participación del pacto Cristo-Iglesia.

La realidad que Cristo ha asumido para elevar a imagen y participación de su pacto de amor con la Iglesia es el foedus coniuiis, el pacto conyugal, es decir, el pacto de amor y fidelidad en virtud del cual un hombre y un mujer mediante un acto libre de voluntad irrevocable se comprometen en la comunidad de vida y amor en orden a la procreación, constituyendo así entre ellos una alianza de amor y de fidelidad, un vinculum sacrum, que mantiene vivo su compromiso independientemente de las subsiguientes vicisitudes del propio arbitrio (Cfr. GS 48).

Las disposiciones espirituales subjetivas de los contrayentes no tienen incidencias en este orden profundo de realidades salvíficas y escatológicas establecido por Cristo. Esas disposiciones tienen influjo sólo en orden a los efectos de santificación actual personal de los contrayentes. Como sucede en otros sacramentos, pueden faltar las disposiciones subjetivas necesarias para recibirlo fructuosamente, y no obstante, estar presentes las indispensables para recibirlo válidamente.

d. Gracia que perfecciona el amor natural.
El Concilio de Trento enseña que a este propósito Cristo nos mereció con su pasión la gracia que perfecciona (per ficere) “el amor natural” propio de los esposos. El Vaticano II añade al verbo perfeccionar los verbos sanar y elevar. Esta acción que sana, perfecciona y eleva el amor conyugal, el Señor la realiza mediante el sacramento.
e. Sacerdocio común de los bautizados.
El carácter bautismal, indeleble e irrepetible, configura al hombre con Cristo definitivamente. El bautizado es un consagrado, un sacerdote configurado con Cristo por la participación en su sacerdocio. En virtud de esta consagración fundamental, el hombre está radicalmente inserto en el pueblo sacerdotal, y es capaz de realizar aquellos actos de culto de la nueva alianza para los que no se requiere el sacerdocio ministerial. Entre estos actos cultuales ocupan un puesto eminente la administración y la recepción de los sacramentos.
Para administrar y recibir válidamente el sacramento del matrimonio basta la participación ontológica en el sacerdocio de Cristo mediante el bautismo. El bautizado tiene en sí, de modo irrenunciable e imborrable, la capacidad sacerdotal necesaria para ser ministro y sujeto del sacramento del matrimonio.
Por otra parte, como ha expresado el Concilio Vaticano II “el autentico amor conyugal es asumido en el amor divino y es sostenido y enriquecido por la fuerza redentora de Cristo y por la acción salvífica de la Iglesia. Por este motivo, los cónyuges cristianos están fortalecidos y como consagrados por un sacramento especial” (GS 48).
Y es evidente que también los cristianos pecadores y los que no tienen ninguna relación exterior con Cristo y con la Iglesia (no creyentes) tienen “el auténtico amor conyugal” que se expresa en el acto de recíproca donación propia del pacto conyugal.

5.- Fe e intención en el ministro de los sacramentos.
Sabemos que la fe actual no es requisito necesario para poder recibir válidamente los sacramentos, al menos algunos de ellos. El bautismo puede ser administrado por un pagano no creyente, y puede ser recibido por un niño incapaz de actos humanos. La fe, por tanto, en el ministro o en el sujeto de los sacramentos no es requisito postulado por la naturaleza misma de los sacramentos.
Sin embargo, es un requisito indispensable la intención del ministro. El grado mínimo de intención o de explicitación de la intención necesaria depende de la naturaleza de cada uno de los sacramentos. Todos, no obstante, excepto el matrimonio, exigen la intención explícita de aplicar la materia y la forma para constituir el signo sacramental, pues de lo contrario el gesto no estaría especificado como sagrado. El bautismo, por ejemplo, no es una ablución común; sino una ablución (materia: elemento indeterminado) que está determinada por las palabras (forma: elemento determinante) para constituir el signo sacramental. En los demás sacramentos (excepto en el matrimonio) el signo sacramental no pre-existe al sacramento, ni siquiera como realidad profana. En el matrimonio, sin embargo, Cristo ha elevado a signo eficaz de gracia sacramental la misma realidad natural del pacto conyugal. Por eso, quien pretende eficazmente contraer un matrimonio válido ipso facto tiene la intención completa, necesaria para realizar el signo sacramental, ya que éste no es otro que el mismo contrato natural asumido por Cristo como sacramento.
En el derecho canónico están aceptados y regulados el matrimonio por procurador (c. 1089), el matrimonio condicionado (c. 1092), el matrimonio celebrado de forma extraordinaria, sin la presencia del sacerdote (c.1098) y la sanación en raíz de un matrimonio nulo (cc.1138-1141). Sería presuntuoso pensar que estos institutos que tienen una larga vida en la historia del derecho de la Iglesia sean menos conforme a las exigencias del matrimonio cristiano. De la misma manera, sería temerario poner en duda que el matrimonio de dos bautizados contraído por procurador, celebrado de forma extraordinaria, bajo condición, o sanado en raíz sea verdadero y propio sacramento.
Estas posibilidades de contraer matrimonio-sacramento nos demuestran hasta qué punto el sacramento sigue las vicisitudes del contrato y depende del mismo en sus condiciones de validez. Allí donde surgen un vínculo matrimonial válido entre dos bautizados, cualquiera que haya sido el iter recorrido por el consentimiento matrimonial para desplegar su eficacia jurídica, allí es administrado y recibido por los contrayentes el sacramento, aunque ellos en ese momento no tengan ninguna intención actual o virtual –ni siquiera explícita- de administrar y recibir el sacramento. Se trata de una peculiaridad típica y única del sacramento del matrimonio frente a los demás sacramentos. La intención de administrar y recibir el sacramento va inseparablemente unida a la voluntad eficaz de contraer matrimonio.
Por lo que se refiere al posible conflicto de las dos intenciones, la de no realizar el sacramento y la de contraer matrimonio, la validez del matrimonio y la existencia del sacramento depende de la prevalescencia de ésta sobre aquella.
Los mismos principios se aplican en caso de error sobre la sacramentalidad. Este error no invalida el matrimonio, ya que no versa sobre la esencia sino sobre aquellas que son las consecuencias del matrimonio, o sea, sobre un elemento que acompaña inseparablemente al matrimonio (como una propiedad) sin pertenecer a su esencia.

6.- Conclusión.
El principio de la inseparabilidad entre pacto conyugal válido y sacramento de los bautizados suscita ciertamente muchas dificultades teóricas y pastorales en el mundo secularizado de hoy.
Para poder comprender la profundidad teológica de este principio y su unidad con los demás principios que están en la base de la estructura del sacramento del matrimonio y determina su naturaleza peculiar es necesaria encuadrarla dentro del vasto y sublime panorama del designio de Dios: que ha hecho del hombre regenerado en Cristo una nueva criatura; de su pueblo un pueblo sacerdotal; y ha asumido el auténtico amor conyugal de los regenerados en Cristo en el amor divino y su compromiso de amor (foedus coniugiis o pacto conyugal) en “imagen y participación del pacto de amor de Cristo y la Iglesia” (GS 48).
El principio de inseparabilidad entre contrato y sacramento expresado en el c. 1012, §2 no es un principio de derecho positivo humano, sino que es un principio doctrinal que tiene, por su parte, casi un milenio de consciente y trabajosa vigencia, puesto que ha sido la doctrina prácticamente común de teólogos y canonistas de este periodo y el presupuesto doctrinal de la jurisprudencia y praxis pastoral de la Iglesia, así como la enseñanza explicita y repetida, en los dos ultimo siglos, del magisterio ordinario de los romanos pontífices y de los obispos de todo el orbe católico.
Es cierto que la doctrina ha madurado en un contexto de lucha Iglesia-Estado para defender la competencia sobre el matrimonio cristiano. Pero este hecho histórico no ha quitado valor a la doctrina.
La Iglesia en el momento presente no puede aplicar otra doctrina como norma de su acción legislativa y pastoral al respecto. No puede tomar como norma el principio contrario, es decir, el de la separabilidad entre pacto conyugal y sacramento, ya que está privado de todo fundamento teológico.

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miércoles, 18 de febrero de 2009

ILMO. SR. DR. PABLO DOMINGUEZ R.I.P

Una muy mala noticia que aflige a toda España y a toda la Iglesia. Se trata del deceso del Decano de la Facultad de Teología San Dámaso de Madrid, Don Pablo Dominguez Prieto. Su muerte se debió a un accidente mientras estaba practicando su deporte favorito: el alpinismo. Se trata de una gran pérdida para la Iglesia española, pues este sacerdote era una pieza muy valiosa en la extensión del Reino de Cristo en Europa. Hombre modesto, sencillo y sumamente inteligente. Sabía moverse por los ámbitos académicos y eclesiasticos. Inclusive recuerdo con afecto cuando en las jornadas intelectuales en las que solía participar en presencia de Su Majestad la Reina Doña Sofía, el Sr. Decano vislumbraba con su ciencia y sabiduría, siendo la Reina una apasionada espectadora suya.

Don Pablo Domínguez Prieto había nacido en Madrid el 3 de julio de 1966 y era sacerdote desde 1991, después de formarse en el Centro de Estudios Teológicos San Dámaso entre 1984 y 1989. Amplió sus estudios en el seminario de Filosofía de la Universidad de Münster (Alemania), en la Pontificia de Comillas y en la Universidad Complutense de Madrid, donde se doctoró en Filosofía. Era catedrático de Filosofía Sistemática de la Facultad de Teología San Dámaso (desde 1998) y el año 2008 fue nombrado delegado del Gran Canciller de la Facultad, el Emmo. Sr. Cardenal de Madrid para las facultades de San Dámaso.
El teólogo Domínguez Prieto había ejercido su ministerio pastoral desde abajo, como vicario parroquial (coadjutor) en la parroquia Nuestra Señora del Templo (San Fernando de Henares), capellán de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, entre otros encargos.
Era un destacado especialista en Lógica y Filosofía de la Ciencia, destacando sus estudios sobre la Escuela de Varsovia. En esa especialidad fue director de la colección Filosofía de la Lógica, de la editorial Nossa y Jara, desde enero de 2001, y colaborador del programa La linterna de la Iglesia, de la Cope, desde septiembre de 2000 a junio de 2006. También destacó como profesor invitado en universidades católicas o civiles de todo el mundo, entre otras la de Alcalá de Henares, la Facultad de Teología del Callao (Perú), en el Seminario Internacional Redemptoris Mater de Ámsterdam y en el de Berlín, o en el Blessed Diego Luis de San Vitores Catholic Theological Institute for Oceania, en Guam.
Publicó, entre otros libros, Indeterminación y verdad, Teoría del contorno lógico y Lógica modal y ontología (los tres en la editorial Nossa y Jara); Concepción de la polivalencia lógica en la Escuela de Varsovia (editado por la Universidad Complutense en 2001) y Lógica y Filosofía e Historia de la Filosofía Antigua (ediciones de la Facultad de Teología San Dámaso).
Esperemos que se encuentre en la gloria de Dios y rogamos a todos que eleven un requiem por su eterno descanso

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FITNA LA PELICULA

ESPERO QUE ESTA PELICULA DEL VALIENTE DIPUTADO HOLANDES GEERT WILDERS OS SIRVA PARA CONOCER MÁS LA REALIDAD DEL ISLAM. NO SE TRATA DE PROTEGER A CRIMINALES Y DELINCUENTES QUE SE OCULTAN BAJO LA HIPOCRESIA DEL CULTO AL DIOS LUNA ALLAH, SINO DE COMBATIRLOS, EXPULSARLOS DEL TERRITORIO EUROPEO Y AMERICANO Y DE PROCLAMAR EL FIN DE LA RELIGION MUSULMANA.
DEBEIS DE VERLA COMPLETA Y RECORDAD QUE EL ISLAM NO ES PACIFICO.









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martes, 17 de febrero de 2009

DIVINIZACION DEL HOMBRE

Con la oración dejamos que nuestro ser sea transformado por la Vida, dando el fruto del Espíritu: amar con el Amor mismo que es nuestro Dios. Nuestra voluntad se abre sin condiciones a la energía del Espíritu Santo. La oración personal no es suficiente, sino que la comunión con el Espíritu Santo nos pone inmediatamente en relación con los otros y con el mundo. Conlleva un carácter de integridad en la naturaleza humana, pues el amor se debe de hacer vida en todos y cada uno de los hombres. Este divino poder transformante que penetra toda naturaleza y que resume el misterio de la liturgia vivida la Iglesia lo llama: qeosiς o deificación. Es en definitiva una participación de la naturaleza divina que se adquiere mediante el Bautismo y el Sello del don del Espíritu Santo (cf. 2 P 1,4). En definitiva, la vivencia de la liturgia en su sentido más genuino nos lleva a cada cristiano a la divinización, es decir, a una misteriosa sinergia entre nuestra naturaleza y la del Espíritu Santo.

Entrar del misterio de Jesús implica participar asiduamente en su Humanidad. El bautismo como revestimiento de Cristo debe de entretejer toda nuestra vida. Nuestra participación ontológica y espiritual en Cristo se hace mediante su Cuerpo místico, pues nosotros participamos de ese cuerpo que es la Iglesia y Cristo es la Cabeza. La Humanidad de Cristo es nueva porque es santa, pues no era un hombre endiosado, sino que es el Verbo de Dios realmente encarnado. Estos son los presupuestos para entender bien la deificación, pues no es un hacernos como Dios, ya que esta es la tentación del Maligno siempre presente. La deificación entendida correctamente es la participación que hace Cristo de su naturaleza divina a nuestra naturaleza humana mediante su Encarnación[1]. Es participación de su divinidad, es una elevación de nuestra frágil condición humana a la santa condición divina, pero no es una igualdad de naturalezas. Siempre distará la abismal distancia entre Creador y criatura. El hecho de que nuestra persona humana permanece la misma creada y libre disipa toda tentación de panteísmo. Tampoco es un simbolismo, pues la naturaleza humana participa realmente en la vida misma del Padre comunicada eternamente a su Hijo y al Espíritu Santo.

La participación de la liturgia vivida no tiene graduación respecto a las personas. Es la misma para todos. Pues toda nuestra naturaleza y cuanto hace y recibe no pertenece a nosotros, sino a Cristo. Es una identificación entre Jesús y la humanidad de cada persona. La deificación repara la herida hecha en nuestra naturaleza por el pecado. De acuerdo al realismo con que vivamos nuestras celebraciones sacramentales así será nuestra transfiguración en Cristo que obrará el Espíritu Santo.

Este misterio tan majestuoso de la participación en la vida divina Dios lo ha revelado mediante etapas. En el Antiguo Testamento, mediante las figuras de la creación, promesa, éxodo y en el Nuevo Testamento mediante la Encarnación y la consumación escatológica Dios nos prepara para la Pascua deificante. El conocimiento del Misterio no es ya un saber, sino un evento que el Espíritu Santo realiza en la Liturgia celebrada y actúa al divinizarnos. Pero más importante que el conocer la historia de la salvación es vivir esa salvación ya obrada por Cristo. La Liturgia celebrada nos hace vivir la deificación en ciertos momentos; pero para vivirla a cada momento se debe de hacer vida la Liturgia. En definitiva, la Liturgia vivida no es otra cosa que la deificación del hombre.
La economía de la salvación culmina en Jesús con Pentecostés. La Liturgia vivida tiene precisamente allí su comienzo. Con el sello del Espíritu en nuestros corazones Dios nos ha ungido con la naturaleza divina. Dios encuentra en nosotros un ícono del Hijo Amado roto y desfigurado. Sin embargo, así como es nuestra naturaleza humana, tan simple y débil así mismo está llamada a ser sanada y elevada a la semejanza de su Hacedor. En otras palabras el Espíritu nos restaura con el fuego de su Amor.

La conclusión obvia es la garantía de que la deificación no destruye nuestra libertad ni nuestra naturaleza, sino que la eleva y transfigura. Además, nos da la certeza de vivimos en la comunión con la Trinidad.


[1] “El hombre se hace Dios en cuanto Dios se hace hombre”, San Máximo el Confesor (PG 91, 101C).

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DISTINCION ENTRE DIOS Y EL MUNDO: LA CUESTION TEOLOGICA PRINCIPAL

Para poder entender bien esta cuestión es necesario tener presente algunos presupuestos: 1.- Que se entiende por cuestión una verdadera reflexión expositiva dialéctica sobre una realidad concreta. No se trata de escribir sin sentido sobre un tema determinado, sino que es un pronunciamiento muy delimitado y concreto. 2.- Por teológica entendemos la reflexión racional sistemática que versa sobre Dios, pero que se eleva más allá de la sola razón y que es iluminada por la virtud de la fe. 3.- Principal entendemos como la cuestión que no es la mas importante, sino de la cual derivan todas las demás. Adquiere el valor de su raíz latina princips, como inicio. En este sentido adquiere el sentido de fontalidad.

Ahora bien debemos también de partir del hecho de que respecto a este tema la Iglesia se ha pronunciado a nivel de magisterio infalible, con una definición ex cathedra en el Concilio Vaticano I, donde formula la doctrina de la distinción entre Dios y el mundo, con un claro tinte apologético en contra de los panteístas e idealistas: “Sancta católica apostolica Romana Ecclesia credit et confitetur, unum esse Deum rerum et vivum, creatorem ac Dominum caeli et térrea, omnipotentem, aeternum, immensum, incomprehensibilem, intellectu ac voluntate omnique perfectione infinitum; qui cum sit una singularis, simplex omnino et incommutabilis substantia spiritualis, praedicandus est re et essentia a mundo distinctus, in se et ex se beatissimus, et super omnia, quae praeter ipsum sunt et concipi possunt, ineffabiliter excelsus.” (Dei Filius cap. 1). Además, se suma a esta definición los cánones 1,2,3 y 4 que tachan como herejía toda doctrina contraria a esta definición dogmática.

Ahora bien, esta definición llegó el 24 de abril de 1870. Esto quiere decir que el problema panteísta ha tenido una evolución histórica con muchas mutaciones. No ponemos un origen concreto, pues no se conoce con certeza. Simplemente ya la Sagrada Escritura en el libro del Génesis nos narra que desde el principio mismo del hombre ha existido la tentación de la divinización, pero no por gracia, sino por soberbia. Algunos mitos antiguos (de cualquier cultura precristiana) tienen un fuerte matiz panteísta. Algunos filósofos griegos creían que el mundo, o al menos el hombre era una parte mala de la divinidad, una rayo de luz divino salido de Dios. Platón proclamaba una unión sustancial entre el hombre y el Uno. Los gnósticos consideraban al hombre pneumático como un eón desprendido de Bythos, su dios absoluto. Dando un salto histórico nos encontramos con los idealistas alemanes, para quienes Dios y el hombre no tienen una diferencia sustancial, sino gradual, pues su argumento es que al existir sólo la consistencia mental, entonces el hombre participa de la naturaleza divina por esencia. La corriente de pensamiento contraria al idealismo es el mecanicismo; sin embargo, respecto a la distinción entre Dios y el mundo sostiene la misma tesis que el idealismo. Algunos físicos como P. Davies, P. W. Atkins, Y. B. Zel´dovich y S. Hawkings han llegado a mantener la autocreación del universo. Pero esta teoría ni siquiera supera una crítica filosófica (debe superarla para ser juzgada por la teología). Resulta evidente que ningún ser puede autocrearse, ser causa de sí mismo (causa sui), porque ello supondría que ese ser es anterior a sí mismo lo cual, a todas luces, es imposible. Si se defiende la autocreación se llega a la igualdad sustancial entre Dios y el mundo.

Así tenemos que ante tanta confusión respecto a algo que nos parece evidente, la Iglesia se pronuncie a nivel magisterial infalible. Después de la definición dogmática, no han faltado librepensadores rebeldes que han retado al magisterio con las tesis condenadas. Se ha tratado de intentos de “cristianizar”el panteísmo, o al menos darle un matiz más cristiano. Tal ha sido el caso de Karl Rahner. Él defiende la tesis de que existe una causalidad cuasi-formal o formal de Dios sobre la criatura. Sus presupuestos son: 1.- La doctrina típicamente idealista de que ser es pensar. 2.- Dios es el horizonte infinito e indeterminado de todo conocimiento humano, es decir, que la condición para conocer cualquier cosa es conocer antes a Dios de una manera atemática y trascendental. 3.- El hombre es la libre autocomunicación divina , así cuando Dios quiere ser no-Dios aparece el hombre. Con estos presupuestos es evidente que la diferencia entre el creador y la criatura no queda para nada clara. El hombre debería tomar conciencia de Dios que lo constituye, y en ese sentido es su forma, pues cuando se hace conciente (como ser es pensar, entonces la realidad más profunda tiene lugar cuando el hombre se conoce como comunicación de Dios) de esto entonces se llega a una identificación hombre-Dios análogamente a esencia-accidente y materia-forma. El hombre es un modo accidental de existir de la esencia divina.

Ahora bien, estas doctrinas panteístas tienen una debilidad: que son contrarias al sentido común. Éste nos hace ver, sentir y pensar en una evidente finitud del hombre y del mundo, de tal manera que quedan excluidos para que sean Dios. Teniendo muy clara esta distinción podemos realmente comenzar a hacer teología. Y sin claridad en este tema no se puede llegar a una sana reflexión. La ciencia teológica depende mucho de los presupuestos que tome. Andará en el camino que le orienten sus propios fundamentos.

Por el lado contrario, con una sana base que diferencie Dios del mundo se puede comenzar a hacer sistematizar el razonamiento sobre Dios. Y entonces adquirimos una vera mens theologica que nos permite juzgar con certeza la realidad. Y entonces el hombre elevará sus cánticos de alabanza a su Creador.

Como colofón cabe decir que el hombre está llamado a divinizarse. Pero no como parte sustancial de Dios. El hombre debe ser elevado a la participación de la naturaleza divina por gracia. Éste es el fin último del hombre: la bienaventuranza eterna, donde Dios será todo en todos.

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sábado, 31 de enero de 2009

PRESENTACION DE LA ENCICLICA UT UNUM SINT

DEBEMOS ENTENDER CORRECTAMENTE LO QUE ES EL ECUMENISMO. NO SIMPLEMENTE ORGANIZAR EVENTOS CON IGLESIAS SEPARAS DE ROMA. EL PRINCIPAL MOTOR DEL ECUMENISMO ES EL REGRESO DE LAS IGLESIAS CISMATICAS A LA IGLESIA UNICA DE JESUCRISTO, BAJO LA AUTORIDAD DEL PAPA. Y ES CISMATICA TODA TODA AQUELLA IGLESIA QUE SE HA SEPARADO DE ROMA BAJO CUALQUIER CIRCUNSTANCIA. BUEN EJEMPLO SE DEBE DE TOMAR DE LOS 4 OBISPO LEFEVRIANOS, QUE HACEN TODO LO POSIBLE POR LLEGAR A LA UNION PLENA.
Esta carta encíclica tiene como temática principal el ecumenismo, es decir, la llamada a la unidad de todos los cristianos. Fundamenta esta querida unión de todos los cristianos en la llamada de Cristo a la unidad, en su acción expiatoria en la Cruz, en el intenso diálogo teológico. Consta de capítulos y números.

Menciona algunos fundamentos bíblicos como el símbolo de los dos maderos separados de Ezequiel, (Ez. 37, 16-28), la oración por la unidad de los discípulos de Cristo (Jn. 11, 51-52) y la imagen del muro que cae en (Ef. 2, 14-16). El Papa nos dice con estas imágenes que la división es una herida muy dolorosa en el cristianismo, porque afecta a todos los bautizados. De hecho, aunque esta acción reunificadora de los cristianos no es nueva, en los últimos días se ha intensificado, sobre todo la de la Iglesia Católica, que ha sido secundada por varias iglesias cristianas que aspiran a una única Iglesia visible. Para los católicos, el vínculo de la unidad es la Santísima Trinidad.

De hecho, aunque en el ágape, en los sacramentos y en las estructuras eclesiales se muestra la unidad dentro de la Iglesia de Cristo, no es suficiente una unidad ad-intra. Ésta está por supuesta, ya que la unidad gira en torno al Papa. Este documento se centra más en la unidad ad-extra, en la búsqueda de la integración en la única Iglesia fundada por Cristo que subsiste en la Iglesia Católica (LG 14). Se debe buscar la unidad con los elementos doctrinales y sacramentales que nos ligan, superando las problemáticas jerárquicas. Es primacial la oración (pidiendo que seamos un solo rebaño) y el auténtico diálogo interreligioso (importancia del aspecto doctrinal). Reconoce también los esfuerzos de algunos obispos y fieles protestantes y ortodoxos. En muchos casos, los motivos de la fracción interna del cristianismo obedecieron a factores históricos, jerárquicos, y disciplinares, siendo en menor medida los factores doctrinales. El diálogo debe de ser centrado en la acción vivificante del Espíritu Santo. El ecumenismo debe de ser garantía total del deseo de la iglesia separada por ser una con la Iglesia Católica, no sólo el deseo personal de algún líder. Debe de haber estructuras generales y locales, involucrándonos a todos. El deber primacial de los fieles es orar por la unidad. Al concientizarnos del deseo de Cristo por la unidad, pediremos intensamente el don del Espíritu para transformar nuestro interior y así nos mueva a pedir la conversión total de la Iglesia, plasmada en la unidad de todos rebaños bajo la guía del obispo de Roma.

La importancia del diálogo se centra en la solución de las divergencias. Esto ayuda en un nivel comunitario, fortaleciendo la acción evangelizadora y reencontrando la fraternidad entre los cristianos, porque la fe no es motivo de lucha y divisiones, sino de unidad y caridad. No se trata de latinizar a las iglesias separadas, sino que en su diversidad de ritos se busca su plena comunión con la Iglesia Madre, la garante de la fe y costumbres cristianas. (Cf. UR 4, LG 14). También se destaca el diálogo con las Iglesias orientales, sobre todo con las de Constantinopla, Jerusalén, y Kiev. Por el bautismo que nos une las consideramos Iglesias hermanas.

La exhortación final es a intensificar el deseo de unidad mediante la oración, la acción de gracias y la esperanza en el Espíritu. La meta de esta esperanzadora obra ecuménica debe ser que algún día todos los cristianos digamos con plena verdad: “Padre Nuestro”, logrando el anhelo de Cristo: Una sola fe, un solo bautismo y un solo rebaño.

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¿PUEDE ALGUIEN SABER QUE ESTA EN GRACIA?

RESPUESTA: NADIE PUEDE SABER CON CERTEZA, SOLO DE MANERA CONJETURAL MEDIANTE INDICIOS. AQUÍ ESTA EL ARGUMENTO DE LA SUMMA THEOLOGIAE I-II Q. 112, A. 5.
El hombre puede conocer con certeza que está en gracia solo mediante una revelación especial de Dios que se lo asegure, pues Él mismo es el garante de tal afirmación, como muestra 2 Cor 12,9. Conocer con certeza humana la posesión de la gracia es imposible, pues para saberlo se debe de comprobarlo a la luz del principio propio de la gracia, y éste es Dios (al igual que su objeto), como muestran Jb 36,26, Jb 9,11, 1 Cor 4,3. Sí se puede conocer que se posee la gracia a nivel conjetural por medio de indicios, pero es un conocimiento imperfecto. Si se tiene la certeza de no haber cometido pecados mortales y se desprecian los placeres del mundo, teniendo un gozo en Dios se interpreta Ap 2,17 como que quien recibe la gracia la reconoce, porque experimenta una dulcedumbre que desconoce el que no la posee. Es contundente la cita conclusiva: 1 Cor 4,4: “De nada me arguye la conciencia, más no por esto me creo justificado”.
La Iglesia se ha pronunciado a nivel de Magisterio, en el capítulo. 9 (cánon. 13) del Decreto sobre la justificación de la sesión sexta del Concilio de Trento (13 de enero de 1547): “… como quiera que nadie puede saber con certeza de fe, en la que no puede caber error, que ha conseguido la gracia de Dios”. DH 1534

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