DEBEMOS ENTENDER CORRECTAMENTE LO QUE ES EL ECUMENISMO. NO SIMPLEMENTE ORGANIZAR EVENTOS CON IGLESIAS SEPARAS DE ROMA. EL PRINCIPAL MOTOR DEL ECUMENISMO ES EL REGRESO DE LAS IGLESIAS CISMATICAS A LA IGLESIA UNICA DE JESUCRISTO, BAJO LA AUTORIDAD DEL PAPA. Y ES CISMATICA TODA TODA AQUELLA IGLESIA QUE SE HA SEPARADO DE ROMA BAJO CUALQUIER CIRCUNSTANCIA. BUEN EJEMPLO SE DEBE DE TOMAR DE LOS 4 OBISPO LEFEVRIANOS, QUE HACEN TODO LO POSIBLE POR LLEGAR A LA UNION PLENA.
Esta carta encíclica tiene como temática principal el ecumenismo, es decir, la llamada a la unidad de todos los cristianos. Fundamenta esta querida unión de todos los cristianos en la llamada de Cristo a la unidad, en su acción expiatoria en la Cruz, en el intenso diálogo teológico. Consta de capítulos y números.
Menciona algunos fundamentos bíblicos como el símbolo de los dos maderos separados de Ezequiel, (Ez. 37, 16-28), la oración por la unidad de los discípulos de Cristo (Jn. 11, 51-52) y la imagen del muro que cae en (Ef. 2, 14-16). El Papa nos dice con estas imágenes que la división es una herida muy dolorosa en el cristianismo, porque afecta a todos los bautizados. De hecho, aunque esta acción reunificadora de los cristianos no es nueva, en los últimos días se ha intensificado, sobre todo la de la Iglesia Católica, que ha sido secundada por varias iglesias cristianas que aspiran a una única Iglesia visible. Para los católicos, el vínculo de la unidad es la Santísima Trinidad.
De hecho, aunque en el ágape, en los sacramentos y en las estructuras eclesiales se muestra la unidad dentro de la Iglesia de Cristo, no es suficiente una unidad ad-intra. Ésta está por supuesta, ya que la unidad gira en torno al Papa. Este documento se centra más en la unidad ad-extra, en la búsqueda de la integración en la única Iglesia fundada por Cristo que subsiste en la Iglesia Católica (LG 14). Se debe buscar la unidad con los elementos doctrinales y sacramentales que nos ligan, superando las problemáticas jerárquicas. Es primacial la oración (pidiendo que seamos un solo rebaño) y el auténtico diálogo interreligioso (importancia del aspecto doctrinal). Reconoce también los esfuerzos de algunos obispos y fieles protestantes y ortodoxos. En muchos casos, los motivos de la fracción interna del cristianismo obedecieron a factores históricos, jerárquicos, y disciplinares, siendo en menor medida los factores doctrinales. El diálogo debe de ser centrado en la acción vivificante del Espíritu Santo. El ecumenismo debe de ser garantía total del deseo de la iglesia separada por ser una con la Iglesia Católica, no sólo el deseo personal de algún líder. Debe de haber estructuras generales y locales, involucrándonos a todos. El deber primacial de los fieles es orar por la unidad. Al concientizarnos del deseo de Cristo por la unidad, pediremos intensamente el don del Espíritu para transformar nuestro interior y así nos mueva a pedir la conversión total de la Iglesia, plasmada en la unidad de todos rebaños bajo la guía del obispo de Roma.
La importancia del diálogo se centra en la solución de las divergencias. Esto ayuda en un nivel comunitario, fortaleciendo la acción evangelizadora y reencontrando la fraternidad entre los cristianos, porque la fe no es motivo de lucha y divisiones, sino de unidad y caridad. No se trata de latinizar a las iglesias separadas, sino que en su diversidad de ritos se busca su plena comunión con la Iglesia Madre, la garante de la fe y costumbres cristianas. (Cf. UR 4, LG 14). También se destaca el diálogo con las Iglesias orientales, sobre todo con las de Constantinopla, Jerusalén, y Kiev. Por el bautismo que nos une las consideramos Iglesias hermanas.
La exhortación final es a intensificar el deseo de unidad mediante la oración, la acción de gracias y la esperanza en el Espíritu. La meta de esta esperanzadora obra ecuménica debe ser que algún día todos los cristianos digamos con plena verdad: “Padre Nuestro”, logrando el anhelo de Cristo: Una sola fe, un solo bautismo y un solo rebaño.
Menciona algunos fundamentos bíblicos como el símbolo de los dos maderos separados de Ezequiel, (Ez. 37, 16-28), la oración por la unidad de los discípulos de Cristo (Jn. 11, 51-52) y la imagen del muro que cae en (Ef. 2, 14-16). El Papa nos dice con estas imágenes que la división es una herida muy dolorosa en el cristianismo, porque afecta a todos los bautizados. De hecho, aunque esta acción reunificadora de los cristianos no es nueva, en los últimos días se ha intensificado, sobre todo la de la Iglesia Católica, que ha sido secundada por varias iglesias cristianas que aspiran a una única Iglesia visible. Para los católicos, el vínculo de la unidad es la Santísima Trinidad.
De hecho, aunque en el ágape, en los sacramentos y en las estructuras eclesiales se muestra la unidad dentro de la Iglesia de Cristo, no es suficiente una unidad ad-intra. Ésta está por supuesta, ya que la unidad gira en torno al Papa. Este documento se centra más en la unidad ad-extra, en la búsqueda de la integración en la única Iglesia fundada por Cristo que subsiste en la Iglesia Católica (LG 14). Se debe buscar la unidad con los elementos doctrinales y sacramentales que nos ligan, superando las problemáticas jerárquicas. Es primacial la oración (pidiendo que seamos un solo rebaño) y el auténtico diálogo interreligioso (importancia del aspecto doctrinal). Reconoce también los esfuerzos de algunos obispos y fieles protestantes y ortodoxos. En muchos casos, los motivos de la fracción interna del cristianismo obedecieron a factores históricos, jerárquicos, y disciplinares, siendo en menor medida los factores doctrinales. El diálogo debe de ser centrado en la acción vivificante del Espíritu Santo. El ecumenismo debe de ser garantía total del deseo de la iglesia separada por ser una con la Iglesia Católica, no sólo el deseo personal de algún líder. Debe de haber estructuras generales y locales, involucrándonos a todos. El deber primacial de los fieles es orar por la unidad. Al concientizarnos del deseo de Cristo por la unidad, pediremos intensamente el don del Espíritu para transformar nuestro interior y así nos mueva a pedir la conversión total de la Iglesia, plasmada en la unidad de todos rebaños bajo la guía del obispo de Roma.
La importancia del diálogo se centra en la solución de las divergencias. Esto ayuda en un nivel comunitario, fortaleciendo la acción evangelizadora y reencontrando la fraternidad entre los cristianos, porque la fe no es motivo de lucha y divisiones, sino de unidad y caridad. No se trata de latinizar a las iglesias separadas, sino que en su diversidad de ritos se busca su plena comunión con la Iglesia Madre, la garante de la fe y costumbres cristianas. (Cf. UR 4, LG 14). También se destaca el diálogo con las Iglesias orientales, sobre todo con las de Constantinopla, Jerusalén, y Kiev. Por el bautismo que nos une las consideramos Iglesias hermanas.
La exhortación final es a intensificar el deseo de unidad mediante la oración, la acción de gracias y la esperanza en el Espíritu. La meta de esta esperanzadora obra ecuménica debe ser que algún día todos los cristianos digamos con plena verdad: “Padre Nuestro”, logrando el anhelo de Cristo: Una sola fe, un solo bautismo y un solo rebaño.
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