miércoles, 30 de julio de 2008

LOS FUNDAMENTOS DE LA LEY MORAL NATURAL

El presente trabajo es una recensión sobre el artículo “Cuestión Moral y Cuestión Antropológica: La Perspectiva Teológica de Veritatis Splendor”, diez años después, elaborado por el Emmo. y Rvdmo. Dr. D. Angelo Cardenal Scola. Este artículo se encuentra en la siguiente página electrónica: www.humanitas.cl/biblioteca/articulos/d0407/index.htm, la cual es una página de una revista electrónica titulada “Humanitas”. Es un artículo muy breve, pues consta de 4 puntos con un total de 5276 palabras. El primer número hace las veces de introducción y el cuarto las veces de conclusión. He decidido presentar el trabajo con esta breve introducción, seguida de un resumen de la obra elaborado en 8 párrafos, considerando sólo las ideas principales; a continuación hago un comentario a lo largo de 8 párrafos y después la conclusión.
La afirmación fundamental de Veritatis Splendor
“Jesús mismo es el «cumplimiento» vivo de la Ley, ya que Él realiza su auténtico significado con el don total de sí mismo; él mismo se hace Ley viviente y personal” (VS 15). Esta afirmación, decisiva para captar la lógica de Veritatis Splendor, introduce un elemento de indiscutible relevancia para la teología moral. El Magisterio no se ocupa directamente de alguna de las múltiples cuestiones candentes, sino apunta a reflexionar “sobre el conjunto de la enseñanza moral de la Iglesia” (VS 4). La afirmación Jesucristo es la ley viva y personal constituye, en el marco de la Encíclica, una especie de eje de apoyo, en referencia al cual es posible elaborar una teología moral fundamental. Las corrientes que se enfrentan en ese debate parecen dar por sentado que no puede existir homogeneidad alguna entre el advenimiento de Jesucristo y la ley (norma) moral.
Caen en esta trampa quienes sostienen que la referencia a Jesucristo sólo está en la elaboración teológica una instancia general de amor a Dios y al prójimo, pero no permite alcanzar un nivel de categorías de normas morales precisas. Es preciso en todo caso reconocer que si el evento de Jesucristo no puede ser fundamento adecuado de la norma, resulta imposible la elaboración de una adecuada figura de teología moral. Esto es posible a partir de la afirmación central de Veritatis Splendor –Jesucristo, ley viviente y personal-, que ofrece el contexto dentro del cual categorías decisivas para la comprensión del acto moral pueden estructurarse en una visión de conjunto armónica y resolutiva. La conciencia tiene derechos porque tiene obligaciones. Es un deber, una obligación moral grave, de cada uno buscar la verdad y adoptarla una vez reconocida.
Libertad y ley “Cristo nos liberó para ser libres” (Gál 5, 1)
La insuperable paradoja que vincula “la búsqueda dramática del bien” al mismo tiempo con la libertad y la obediencia se concentra de manera eficaz en el comienzo del diálogo entre el joven rico, que pregunta “¿Qué es lo bueno que debo hacer...?”, y Jesús, que responde “¿Por qué me preguntas sobre lo que es bueno?” (Cf Mt 19, 16-17). La libertad no es una posesión mecánica del sujeto, ni es concebible separada de su acontecer. Se habla de libertad únicamente desde el interior de su acontecer, como un dinamismo estructuralmente imposible de captar fuera del acto inasible en el cual aquélla se documenta.
La ley como ídolo
El desafío consiste por tanto en verificar cómo la libertad, para ser realmente libre, debe encaminarse por el camino de la obediencia, encontrando así también el auténtico significado de la ley. La idolatría nace de la pretensión del hombre de poseer, con su mirada limitada, la fisonomía total de Dios. Precisamente por este motivo la ley se convierte en ídolo. Con todo, la libertad bloqueada de este modo no da satisfacción.
El evento Jesucristo, verdad en persona
Para iluminar la necesidad intrínseca del nexo entre la ley (norma) y el evento de verdad de Jesucristo, es conveniente aludir al dinamismo propio de todo acto de libertad. El hombre es en sí mismo capax de concretar un acto de libertad, que al mismo tiempo es necesario, pero irreducible puramente al acto mismo: para realizarse, la libertad debe salir de sí misma, debe confiarse a lo Absoluto trascendente. Jesucristo realiza la experiencia de la liberación. Y como consecuencia, en la sumisión radical a la voluntad del Padre, Él transfigura “la experiencia legal” en una “experiencia filial”. El reconocimiento de la necesaria referencia a la libertad absoluta y diferente del Padre, lejos de bloquear su libertad, la exalta hasta el fondo. En este marco se comprende el carácter decisivo de Jesucristo, Ley viviente y personal.
El deber moral: advenimiento, ley, libertad
Un aspecto constitutivo de la experiencia humana elemental, es el amor indisoluble del hombre y la mujer en el matrimonio, puede tal vez iluminar de mejor manera este singular dinamismo de la relación libertad/ley al interior del acto moral referido estructuralmente a la verdad como evento. La fidelidad-indisolubilidad que el hombre y la mujer se prometen en el matrimonio replantea agudamente la paradoja de libertad-obediencia vinculada con la insuperable estructura polar de la ética. Mi libertad, por tanto, debe aceptar que esta fidelidad de la cual soy “capaz”, pero que no está en mi poder, me sea propuesta por el fundamento absoluto y trascendente que se me da en el acto mismo de mi libertad, participándome su diseño, en el cual se articula el sistema de las leyes-normas- por mi propio bien.
Conciencia y libertad
La relación libertad-norma se inserta, mediante la referencia a la afirmación central de Veritatis splendor, en el marco del lenguaje simbólico del saber. En éste, se dan simultáneamente la evidencia del juicio y del querer. Semejante evidencia simbólica está implícita en todo acto, al mismo tiempo teórico y práctico, mediante el cual la conciencia apunta hacia lo real. Ante todo, la conciencia moral, enfocada al interior del acto más general con el cual la conciencia apunta hacia la realidad, hace referencia a la decisión intrínseca del acto mismo de la libertad del yo, a la cual la verdad trascendente que lo interpela impide no determinarse concretamente. Sobre esta base, que verifica la doctrina tradicional sobre la conciencia, resultan bastantes claras las observaciones que Veritatis splendor dirige hacia cierta concepción de la opción fundamental. Ésta vuelve vana la dimensión corporal de la persona junto con disolver la inevitable determinación de todo acto (moral) de libertad.
Libertad y verdad
Para concluir este itinerario sintético -con el mismo ritmo de proposición de la Encíclica, que habla precisamente de esto en el tercer capítulo-, conviene volver brevemente a la relación verdad-libertad. Se ha aludido inevitablemente otras veces a la misma en las secciones anteriores. Será suficiente aquí hacer referencia a la necesidad de que los teólogos de la moral recurran a consideraciones de teología sistemática y ontología para profundizar de manera orgánica la experiencia elemental del hombre. Por algo la Encíclica elabora reflexiones bastante elevadas hablando del martirio, y aclara el sentido de verdadero testimonio, rechazando el aberrante kamikaze. Solamente el martirio es capaz de hacerse cargo del mal, sobre todo cuando éste parece atravesar los umbrales de lo injustificable, “revelando un fondo de iniquidad que ya no tiene como medidas las normas”.
ANALISIS
En el primer punto, a modo de introducción, Mons. Scola no hace ver, según su punto de vista, cuál es la afirmación central de la Encíclica. La sitúa en que Jesucristo es la plenitud de la Ley, la Ley viviente y personal. Resalta que la Veritatis Splendor se ha meditado desde algunos puntos de vista que de alguna manera vendrían siendo secundarios, por lo que no se ha llegado a la afirmación central, y por lo tanto, a la clave de todo el escrito. Su intento de mostrar a Jesucristo como ley viviente y personal, visto a la luz de la Carta Encíclica le llevado a publicar este artículo. Debido a la delicadeza del tema, a la complejidad de términos y a la divergencia de opiniones respecto a la temática tratada en el Documento Pontificio, el autor nos da unos lineamientos seguros para entenderla debidamente.
Estoy de acuerdo en el punto que hace referencia a que en nuestro tiempo se intenta realizar una teoría moral general, totalmente intelectualista, sin ninguna aplicación, o mejor dicho, sin concretización alguna. Incluso se intenta negar a Jesucristo como fuente y eje de moralidad, afirmándolo, por el contrario como un simple modelo del actuar humano. El autor utiliza en este primer número bastantes conceptos filosóficos, los cuales, bien entendidos nos llevan a asimilar profundamente su insistente connotación de la afirmación central. Debido a todos los comentarios surgidos a raíz de esta Carta, favorables o adversos, es necesario que la Iglesia siga reivindicando su labor de Madre y Educadora, de portadora de la Verdad Revelada, de cuyo Cuerpo Místico es Cristo su cabeza. No en vano su cabeza visible, el Papa, posee la garantía de la infalibilidad cuando se pronuncia en materia de fe y de costumbres. Se fortalecen las palabras del autor respecto a que la orientación moral de la Iglesia debe ser el eje central, donde confluyan las diversas “teologías morales”.
La vivencia de nuestra fe, la práctica de la caridad y las celebraciones sacramentales nos hacen vivir en una plena libertad. Muchas personas no entienden esta paradoja, pero en cuanto mejor se cumpla la Ley divina, la voluntad de Dios, los Mandamientos de lo alto tendremos una mayor libertad plenificadora. Si Cristo es esa Ley viviente y personal, entonces descartamos un legalismo farisaico en el cumplimiento de lar normas eclesiales. El espíritu de la ley cristiana es vivir según su divino fundador. La voluntad de Cristo es que seamos libres amando. Debo reconocer que son palabras quizá sin valor para quien no quiera reconocer la sana doctrina liberadora: a mayor asentimiento a su ley divina, mayor libertad. El Sr. Cardenal pone el ejemplo analógico del matrimonio, donde se muestra el binomio libertad-ley en estricta sintonía y armonía con el binomio fidelidad-indisolubilidad. Considero que este ejemplo es una perfecta concretización de la doctrina moral ofrecida por la Veritatis Splendor. El contenido general se matiza en un ejemplo de la vida diaria.
El número tercero del artículo contiene una explicación muy elevada en términos filosóficos y epistemológicos. Lo cierto es que la relación fundamental de la conciencia y de la libertad se resalta su interrelación y su importancia para la plenitud del hombre. Es cierto que la conciencia apunta hacia la realidad, hacia la íntima constitución del ser. No puede optar por el no-ser, ya que quedaría desvirtuada la obra de Dios, el cual ha hecho perfecta la creación, la cual ama intensamente. Nos dice el libro del Génesis que “vio Dios que todo era bueno.” Con toda su especulación y con su sentido práctico, la conciencia nos orienta hacia un recto sentido del deber. La conciencia mueve las facultades humanas hacia el cumplimiento de un deber superio a cualquier quehacer humano. Y ese deber, no es otro que la realización de la voluntad de Dios con todo nuestro ser en todos los momentos de nuestra vida.
En el número cuarto el Prelado escritor va aterrizando su exposición. Ha resaltado la importancia de Cristo viviente, la relación que existe entre libertad y ley y entre ésta y la conciencia. Ahora comenta la existente entre libertad y verdad. Hoy día es necesario volver a explicar el acontecer diario, la experiencia humana cotidiana con consideraciones ontológicas. Lo justifica Mons. Scola diciendo que la Moral es una ciencia, por lo que debe usar el método científico para poder fundamentar sus afirmaciones. El método científico es un camino para llegar a la verdad parcial. La Ciencia Moral no se queda en el plano racional sino que trasciende apoyándose en la divina Revelación. Tiende hacia la Verdad plena, alcanzable para quien le busca. Éste es el misterio de la libertad-verdad.
Concluye el autor su artículo con un fuerte llamado a nunca separar la íntima unidad existente entre libertad y bien. Aquélla siempre va en orden al bien, porque antológicamente todo ser tiende al Bien. Así que nuestra libertad no debe ser usada para realizar actos que queden fuera del ámbito de la bondad moral, sino debe ser enfocada a la realización de buenas obras, de obras que nos lleven a la vida eterna. Pone énfasis en que lo aquí dicho se entiende cómo un llamado a todos los hombres sin importar sexo, raza, religión, idioma. La experiencia moral es universal, quedando inscrita en el corazón del hombre. Es un mandamiento liberador: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.
Considero que es un artículo muy bonito, esclarecedor. Puede ser considerado como un instrumento interpretativo de la Veritatis Splendor, porque Mons. Scola escribe con un acierto tan firme, con una tenacidad genial, que hace que nos quede más clara la visión de la Encíclica. Quizá en algunos párrafos hace mucha referencia a términos técnicos filosóficos, siendo algunas partes del escrito muy poco entendible. Pero esta aridez es apenas nada con el estilo dulce y sencillo de toda la lectura, la cual nos permite leerla con mucha fluidez. Es un acierto que recuerde después de 10 años, ahora casi 14, la importancia del cumplimiento de las normativa moral. Esta tendencia concupiscente nos aleja del recto vivir, algunas modas perniciosas actuales nos arrastran a un libertinaje inescrupuloso. De ahí la preocupación de la Iglesia de marcar la orientación correcta hacia Cristo. Al seguir la normativa moral llegaremos a nuestro Dios y Señor Jesucristo, el cual es la Ley Viviente y Personal.

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